Gracias Guruji

En Pune (India), Iyengar -también conocido como Guruji- empezó su camino hacia la constelación de maestros del yoga. La disciplina ha ido ganando adeptos, en gran parte, gracias a su labor pedagógica. Se le considera el máximo impulsor de este arte en los países de occidente y el fundador del yoga moderno. Para él, fue un salvavidas al que agarrarse cuando era un niño frágil, que tuvo que batallar contra ciertas enfermedades.

“Mi cuerpo es mi templo y las asanas son mis plegarias”

Así definía su arte, del que fue maestro, referente e impulsor del yoga a escala mundial, Bellur Krishnamachar Sundararaja Iyengar.

Con 10 años, empezó a practicar posturas, que en poco tiempo se convirtieron en “las más impresionantes y desconcertantes” de su escuela, dirigida por su hermanastro. Nacido en el estado sureño de Karnataka, Iyengar permaneció en la penumbra hasta que conoció al reputado violinista Yehudi Menuhin en 1952. Según el desaparecido concertista, Iyengar se convirtió en su mejor maestro de violín.

“Empecé con el yoga hace 70 años cuando la ridiculización, el rechazo y la condena directa eran lo más habitual“, reflexionó en Luz sobre el Yoga (2005), manual traducido a 17 idiomas y con más de 3 millones de copias vendidas desde su publicación original en 1966.

Sus enseñanzas, que introdujeron a muchos a esta tradición milenaria, le colocaron en la lista de las 100 personas más influyentes del momento, que realiza anualmente la revista Time, en el 2004. En el artículo explicativo de la elección, Michael Richards comentaba que “la belleza del yoga Iyengar en particular es la revelación de que existe una arquitectura viva escondida dentro de todos nosotros que tan solo necesita ser revelada”.

“Todos deseamos lo mismo: ser felices, vivir sanos y en armonía… El yoga es de todos”

Hari Om